El matadero El umbral de la carne Con la llegada de los primeros animales al matadero, la narración baja del cielo nublado al barro de la tierra. El relato se adentra en la escena concreta, ruidosa, fangosa y cruel del matadero del Alto, pero lo hace con un pulso simbólico: el matadero no es un lugar solamente físico, sino una condensación alegórica de la Argentina de la época. Se presenta como una especie de microcosmos nacional, un teatro de operaciones donde se entrecruzan el poder, la muerte, la fe y la obediencia. En otras palabras, no es un matadero: es el país disfrazado de matadero. El detalle es excesivo, grotesco, deliberadamente recargado. La descripción del lugar —los corrales, las cuevas de ratas, la casilla, los zanjones, las paredes con lemas políticos— no está pensada para ilustrar un costumbrismo pintoresco. Es una escenografía moral. Todo está contaminado: el lodo es ideológico, la sangre es política, los carteles de la Federación son una forma de tatuar la barbarie s...