El matadero Esteban Echeverría Cliquear en la imagen para acceder a la obra ☝ * La pedagogía del espanto El relato alcanza su clímax. No hay necesidad de mostrar lo explícito: el lector ya entiende que el horror se ha consumado. Pero lo que Echeverría subraya, con precisión quirúrgica, es que no asistimos simplemente a una muerte, sino a una lección. No hay castigo “justiciero”, ni juicio verdadero, ni delito cometido: hay un acto ejemplificador. El matadero —esa institución brutal disfrazada de costumbre— se revela como aparato político y cultural, cuyo verdadero fin no es alimentar, sino aleccionar. Se mata para enseñar. La víctima, aunque se mantiene anónima, se vuelve figura universal. No es él quien importa —ni su historia, ni sus ideas—, sino lo que representa: un sujeto que no se somete. Y eso basta para convertirlo en enemigo. En ese sentido, esta última parte del cuento no cierra como un desenlace narrativo clásico, sino como una revelación alegórica: el matadero no es el luga...